Mujer de artista - Roberto Payró

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Producción personal narrada en la época actual: 


El vivía con ella, una mujer tranquila y hermosa. Cansado de trabajar y escribir en su computadora decide tomar un descanso para tomar un vaso de agua helada para poder despertarse un poco. No podía parar de escribir, ese trabajo era muy importante, las palabras salían de sus manos sin pensarlas. La luz de la computadora, el humo de los cigarrillos y el dolor de sus manos era insoportable, hacía que su cabeza estuviera por explotar. Se detuvo otro momento para descansar,  ya sus ojos no podían más, estaba cansado, exhausto pero no iba a dejar de escribir. Solo se tomó un pequeño descanso.

El cuarto era frío, pequeño y sin lujo alguno. Cada vez más frío y cada vez se hacía más largo su trabajo, tenía que terminarlo para mañana temprano, era imposible, cada vez más insoportable su dolor y su cansancio. Tomo un nuevo descanso, tomo un café y apago su computadora, la miro y se acostó al lado de ella, no podía más, sus ojos se cerraban, su cabeza a punto de explotar y su mente en blanco.

La beso en la frente, ella abrió sus ojos lentamente y sonrío.
-       -   ¿Ya terminaste? – dijo ella.
-       -  No puedo más. – dijo el mirando su computadora.
-       -   Ven, acuéstate conmigo y quédate aquí. – dijo ella acercándolo cada vez más a ella.
-       -  No puedo, tengo que terminar este trabajo, si no, no podremos vivir bien. Esto es mi vida. – dijo el preocupado.

Se alejó de ella, se paró y fue de nuevo a su computadora, la prendió y siguió su trabajo. Ella fue enojada atrás de él y apagó su computadora. El, enojado, se levantó rápidamente y le gritó:

-          - Si no entrego mañana esto nos vamos a la calle!

Ella lo beso y lo acostó en la cama, y apoyo la cabeza de el sobre su hombro. Lo miro, le sonrío y lo volvió a besar. Un beso muy dulce y lleno de amor. Ella dijo:

-      -    Vamos, te ayudaré, haré café y escucharemos un poco de música.


Prendió su celular y puso su canción favorita, hizo café y se lo llevo. El entusiasmado le sonrío y siguió escribiendo, aunque ella no dijera nada, su presencia le hacía bien. Termino rápidamente su trabajo y los dos se fueron a dormir. Se levantaron al otro día temprano y entregaron el trabajo, y le pagaron. Se miraron se sonrieron, se besaron y se fueron los dos a su casa a descansar juntos después de almorzar en un lindo restaurante.

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